Coches para el recuerdo: Citroën 2CV
El Citroën 2CV es de esos coches clásicos que han adquirido la categoría de mito eterno. Nos adentramos en la historia de esta leyenda sobre ruedas.
Como la historia del Citroën 2CV es harto conocida por todos los aficionados, no vamos a hablar aquí de prototipos ocultados a los nazis, de paraguas con ruedas y sombreros hongos, de sacos de patatas y cestas de huevos, de patitos feos y gente encantadora o cosas por el estilo. Estamos ante un viejo amigo de varias generaciones de automovilistas, sobre el cual se ha dicho todo o casi todo.
¿Es hoy día válido el Citroën 2CV como clásico utilizable? ¿Acepta un uso cotidiano? ¿Es lo bastante seguro para moverse en medio del tráfico actual? ¿Existen recambios de todo lo necesario? ¿Se llega uno a marear con el cabeceo de su extraña suspensión? Habrá más preguntas, desde luego, que intentaremos responder a lo largo del reportaje. Para ello hemos reunido cuatro ejemplares de cuatro décadas diferentes y queremos mostrarlos desde el punto de vista de sus respectivos propietarios, quienes nos relatan sus experiencias personales de su propio puño y letra. Pero primero convendría situarnos un poco en el tiempo.
Citroën 2CV: así lo describía la revista Autopista en 1967
"Es un automóvil en el que todo ha sido reducido a la expresión más económica; el aspecto del Citroën 2CV es trasnochado y francamente feo, pero consume muy poco y rinde un servicio bueno dentro de sus limitaciones de poca potencia. Es de tracción delantera y de constitución muy elemental. Es indicado de forma muy significada para términos rurales por su magnífica suspensión y singular adaptación a terrenos casi intransitables para otro automóvil. Aplicable a recorridos medios y tránsito de enlace de pueblos, útil para recorridos urbanos y de operación muy económica. Su velocidad de crucero puede ser elevada hasta los 70 kilómetros por hora. Magnífica suspensión y estabilidad excelente."
Las primeras unidades del Citroën 2CV llegaron a mediados de los 50, adjudicadas a médicos y veterinarios por medio de sus colegios profesionales, así como a diversos cuerpos de la administración del estado. A lo largo de los 25 años que estuvo produciéndose, salieron casi 240.000 berlinas 2CV de la factoría viguesa de Citroën.
Citroën 2CV Tipo A de 1953
No es éste el caso de la primera de nuestra selección, un tipo A construido en 1953 al otro lado de los Pirineos, similar a los que poco después empezarían a ser importados a España, pero todavía con el primer motor de 375 cm3. Por lo tanto, se trata de una pieza poco corriente y muy interesante desde el punto de vista histórico. El paso del tiempo, lógicamente, ha hecho mella en él y algunos elementos como la tapicería presentan cierto desgaste.
Estamos pues ante un Citroën 2CV "totalmente antiguo" con la simplicidad y eficiencia que caracteriza el concepto original. Prescinde de cualquier elemento superfluo -por lo menos tiene llave de contacto y cerradura en la puerta del conductor (!)- y todo está estudiado en aras de la máxima practicidad. Y de la ligereza. El espesor de la chapa es mínimo dondequiera que uno mire. El techo de lona se prolonga hasta la matrícula delantera, lo que supone ahorrar muchos kilos. Ya lo dijo Voisin, el enemigo es el peso.
En el interior, no sobra nada. Tenemos un volante metálico, un amperímetro y un velocímetro que parece de moto y del cual toman su fuerza los limpiaparabrisas para funcionar. Cuando nos ponemos en marcha el coche se mueve con agilidad. Su manejo es sencillo y gratificante, con un poco de práctica hasta se puede ir rápido. Subvirador como todo tracción delantera, hay que meterlo sin titubeos en las curvas. Los frenos cumplen a condición de ejercer una buena presión sobre el pedal. En cuanto a la estabilidad no hay peros que ponerle. Es un 2CV, con esto queda todo dicho. Pero también es un modelo veterano, con el que no apetece meterse por carreteras transitadas donde a la mínima estaremos generando una cola considerable, y menos de noche ya que su sistema eléctrico de 6 voltios apenas ilumina…
Citroën 2CV AZL de 1963
Ahora damos un salto en el tiempo y nos plantamos en la década siguiente subiéndonos a este precioso AZL de 1963. Aún siendo un vehículo austero, se percibe claramente que el tiempo transcurrido lo ha hecho evolucionar. Ya no hace falta chapa ondulada para darle consistencia al capó delantero, y se prescinde de la lona como tapa del maletero. El elegante volante Quillery de dos brazos es más agradable al tacto, e incluso aparece un amago de salpicadero del mismo tono claro con una mínima instrumentación. Se ve "más coche" que su antecesor. La renovación estética realizada en 1961 más otras posteriores le otorgan el aspecto que caracterizará el 2CV a lo largo de esa década -y parte de la siguiente-, quizás el más conocido para muchos. Poco tiempo después recibe un aumento de potencia con el que duplica el rendimiento original, pasando entonces a desarrollar 18 CV.
Esta unidad también lleva el famoso embrague centrífugo opcional, un original artilugio que se sacó Citroën de la manga, en el que unos contrapesos dotados de resortes desembragan de manera automática en 1ª o marcha atrás en cuanto el motor rebasa las 1.000 rpm. Cómodo para circular por la ciudad, alarga la vida del disco de embrague a costa de que, en caso de necesidad, sea imposible arrancarlo empujándolo. Su comportamiento dinámico apenas varía respecto al anterior 2CV. No deja de ser un coche con claras limitaciones, pero para trayectos no muy largos por vías secundarias, con poco tráfico y de día, cumple sin tacha. En el instante de entrar en el AZL me vienen a la memoria aquellos tiempos de mi niñez en los que íbamos de viaje -a veces bastante lejos- apelotonados en el asiento trasero de aparatos como este que conducían nuestros padres y, la verdad, tampoco era tan terrible. Sólo que… duraba muuuucho. "¿Cuánto falta para llegar?"
Citroën 2CV6 CT de 1976
El tercero de nuestros invitados mecánicos llama la atención porque muestra el rasgo externo más fácilmente identificable, reconocido por todos, del Citroën 2CV de mediados de los 70: sus faros rectangulares -y los pilotos traseros cuadrados del AMI 6-, además de la parrilla delantera más fina y funcional, los parachoques de acero con revestimiento de caucho y la tercera ventanilla lateral. A nivel mecánico, dispone desde 1973 del motor 602 cm3 del Dyane 6, heredado por éste del AMI 6, con el que obtiene prestaciones bastante mejores. Debajo sigue habiendo el mismo utilitario de siempre, algo más refinado con tapicerías de paño, colores más alegres y algunos detalles de acabado algo más cuidados que contribuyen a alegrarle la vida al usuario. Durante la Transición su imagen era habitual por nuestras calles y carreteras; una presencia que se iría prolongando, a menudo como segundo coche en algunos hogares. El ejemplar de Pep, un CT matriculado en 1978 con esta curiosa numeración, es un vehículo de uso habitual, que sale a la carretera sin ningún complejo -el año pasado estuvo en la reunión de Alcañiz- y a menudo arrastrando un remolque cargado de motos y bicicletas. Al igual que sus congéneres, no hay que pedirle nada que no pueda dar pero en general suele portarse de maravilla.
Es fácil y divertido moverse con este Citroën 2CV. Su rendimiento entra dentro de lo que cabe esperar: el km con salida parada lo cubre en… un ratito (48 segundos), y la velocidad máxima roza los 110 km/h al régimen máximo de 5.750 rpm. A pesar de la fuerte rumorosidad del motor no hay ningún peligro: puede llanear a 90-100 km/h sin problemas todo el tiempo que se quiera. La mecánica Citroën gira contenta a altos regimenes. Son ventajas de la refrigeración por aire, complementada con un radiador de aceite, que permite funcionar sin calentamientos anormales incluso en pleno verano.
Citroën 2CV6 Club de Gilbert
Finalmente, el más moderno del cuarteto es el 2CV6 Club de Gilbert, fabricado en Portugal en 1987. Para entendernos, vendría a ser el equivalente a un Charleston pero sin pintura bicolor ni asientos chulos, y ya equipado con la última evolución mecánica: carburador bicuerpo, frenos de disco a la salida del diferencial y embrague de diafragma. Este coche suena -y va- fino, sin problemas, aunque ya se encargará de desmentir esta fama de fiabilidad dándonos la lata en plena prueba con una bomba de gasolina que falla. Pero no hay que alarmarse: todo queda a mano, perfectamente visible y asible. Joan y Jaume aplican alrededor del elemento remolón un paño mojado con agua fría; esperamos un cuarto de hora y el motor arranca sin protestar.
Seguimos empuñando el volante monobrazo del Club al ir terminando nuestro recorrido por las carreteras secundarias del Maresme. Los asientos están un poco hundidos -suele pasar con el tiempo, pero es reparable fácilmente- y hay algún arañazo por ahí. La sensación que transmite no es la de coche antiguo sino de uno con unos cuantos años encima pero deseoso de devorar kilómetros. De hecho, su dueño suele hacer bastante a menudo el trayecto Barcelona-Olot con él, y me consta que no es precisamente por falta de vehículos ¿Qué tendrá el 2CV que nos gusta tanto….?
Citroën 2CV: epílogo a un gran coche
El concepto de coche mínimo alcanza su máxima expresión con el 2CV, concebido para colmar la necesidad de automoción básica de la Europa de posguerra. Gracias a un peso contenido, el sencillo bicilíndrico refrigerado por aire lograba circular con soltura por cualquier camino rural. Hubo cuatro cilindradas distintas, 375, 425, 435 y 602 cc, con potencias que fueron de los 9 CV iniciales a casi cuatro veces más en su versión final. La suspensión independiente permitía una estabilidad intachable y buen confort sobre terreno difícil. Las cuatro generaciones del modelo que hemos reunido muestran, como era de esperar, una facilidad de utilización inversamente proporcional a su antiguedad. Todos son capaces de desenvolverse con mayor o menor fortuna en la vía pública de hoy en día, pero con los de 6 voltios uno puede llegar a sufrir. Sin embargo éstos tienen mayor cotización que los de los años 70 y 80, menos buscados. La conclusión era previsible. Si tienes un 2CV, sea cual sea su edad, ya sabes ¡condúcelo!