Comparativa: Audi A1 1.2 TFSI vs Fiat 500 0.9 TwinAir y Opel Adam 1.4
La calle es suya. O eso, al menos, pretenden. Con el foco puesto en el diseño y la personalización, Audi A1, Fiat 500 y Opel Adam componen hoy el marco callejero más original. Ágiles, pequeños y divertidos, representan arte urbano en esencia. Eso sí, entendiendo de modo diferente el estilo, la potencia y la tecnología. ¿Con cuál te quedas?
Visto… y no visto. Nada puede ser lo que parece. Preparados para una nueva “guerrilla” urbana, Fiat, Audi y Opel invaden hoy las calles con trajes de camuflaje. Llantas, arcos de techo, adhesivos, retrovisores, molduras… En sus pequeños coches todo es ya hoy personalizable. Decía el filósofo Max Ernst que “el arte no tiene nada que ver con el gusto. No existe para que se pruebe”. Y así parece entenderlo el mercado: que cada cual configure su coche a la carta.
Es hoy otra escala de valores, la que abanderan por ejemplo las más de 100.000 combinaciones distintas que propone el nuevo Opel Adam, todo un récord. Si hace sólo 5 años os contábamos el fuerte crecimiento del segmento ciudadano, con avalancha de prácticos y económicos coches como respuesta a la crisis, a ciudades congestionadas y a duras normativas de emisiones, muy poco después la tendencia deriva hacia el ejercicio de estilo y la exclusividad. Contradictorio, pero los Renault Twingo, Nissan Micra o Citroën C1 perdieron la batalla ante nuevas creaciones contagiadas por el efecto Mini, quien 10 años después aún lidera el segmento. A por él.
Escrache a Mini
La persecución la inicióprimero Fiat con su 500, quizás quien mejor la represente. De hecho, junto al más funcional Fiat Panda, es el segundo en ventas. Tiró, para ello, también de vía retro, reinterpretando su mítico “Cinquino” con un urbano muy pequeño (3,55 metros de longitud) pero muy manejable y aprovechado: sin voladizos es casi todo batalla.
El Fiat 500 ofrece así, no sólo una imagen especial, sino también una pisada asentada, un espacio razonable y un maletero correcto para su tamaño (más de 200 litros). Claro que, a la vez, un precio que, sin ser como Mini, no es barato: más de 14.000 €, 3.000 más que el propio Fiat Panda y alejado del tradicional urbano generalista. Juega así a premium, aunque luego en calidad percibida no lo sientas tanto, a pesar de que el nuevo acabado Sport mejora la presentación con acabados en cromo, y volante, cambio y asientos específicos… ¡qué asientos!
Más creíble me parece el asalto de Opel. El Adam es el último en llegar, apostando esta vez a un estilo vanguardista pero, como el Fiat 500, también como pequeño envase de lujo. Lo demuestra en su alta ejecución, con salpicadero superior acolchado, una posición de conducción, unos remates y un equipamiento muy buenos para el segmento. También con detalles de personalización más efectistas que sofisticados (como el techo “estrellado” por leds), pero que llaman la atención… y es lo que busca.
El Opel Adam es, por tanto, un coqueto urbano más largo que el Fiat 500 (3,70 metros de longitud), aunque, eso sí, más ajustado en tamaño: pequeño atrás (un 4 plazas, como todos), y crítico en un maletero minúsculo (sólo 180 litros). No apuesta, por tanto, a practicidad funcional, pero sí de movilidad. Con el menor radio de giro, dobla calles en un pañuelo, contando, a imitación de Fiat, con modo City de dirección para moverla bajo 50 km/h con un dedo. Ah, y es más barato que el Fiat: no alcanza los 13.500 €… aunque sea también menos avanzado mecánicamente.
Quien no necesita jugar a premium es Audi. Tercera aquí en discordia, la marca de los cuatro aros se lo ha ganado con productos muy cuidados. Y el A1 es un A3 ó un A4… a escala. Audi de pies a cabeza en calidad percibida y comportamiento (sí, también en equipamiento de base muy justo), la factura lo refleja (más de 16.000 €) pero sintiéndolo siempre como un coche más elaborado y superior… aunque no en dimensiones.
Porque por más que se traduzcan en una rodadura casi de berlina (también por aislamiento), los 3,95 metros de longitud y los 2,47 de batalla (15 cm más que 500 y Adam) no suponen en el Audi A1 viajar en un utilitario polivalente, como sí esperaríamos. En la práctica, el Audi A1 sólo ofrece en maletero algo más de capacidad (no mucha), pero con las plazas traseras a cambio menos utilizables por adultos por su ridícula altura. Y es que no escapa, como ninguno en el fondo, a la concepción de pequeño capricho. Aunque sí en mecánica.
4, 3, 2…
No es una cuenta atrás para ver quién es más rápido: hablamos esta vez de cilindros. Tres modos diferentes de entender en gasolina unos razonables 85-90 CV, pero donde uno queda hoy cojo. Y, paradójicamente, el teóricamente mayor. Abre trío un Opel Adam de bloque superior (1.4 litros de 4 cilindros)… en la práctica luego inferior. Porque, aún, Opel apuesta a un suave y tradicional atmosférico, tan agradable y eficiente entre calles como inconsistente luego en carretera. No hay vibraciones y es muy progresivo… demasiado. Muy plano, sus desarrollos muy cortos de cambio (los tres son manuales de 5 marchas) le permiten moverse en 4 y 5ª en ciudad con agrado, pero ni así mejora una floja recuperación, mermada por empujar además el mayor peso del Adam.
El Opel es así el más lento y, a poco que tires de régimen para mantener velocidad en carretera, también el que más gasta; propulsor que no casa con la deportividad que le imprime Opel a su comportamiento, donde destaca por una dirección excesivamente rápida y unas reacciones muy vivas, agudizadas por neumáticos opcionales en medida 215/55 R17 que, además de generar más sequedad al bache, incluyen dirección aún más directa y chasis deportivo, rebajado y más rígido de suspensión. Un Opel Adam divertido, pero no muy equilibrado.
No tanto al menos como el Audi A1. Experta en motores de inyección directa, baja cilindrada y turbo, Audi arranca con su 1.2 TSI de 86 CV que, sin ser tan brillante como el superior de 105, genera una respuesta muy satisfactoria. Se siente desde el contacto refinadísimo, con mucho empuje desde 1.200 rpm y sin necesidad de superar si siquiera las 3.000 a velocidad legal… pese a aguantar estirada hasta 6.000 vueltas. Si no fuera porque ni suena, ni vibra, creería estar en un TDI.
Tan poderoso es este 1.2 TSI como versión de acceso que incluso puede tirar de desarrollos un 25 por ciento más largos que sus rivales, y seguir siendo más rápido; complemento para un Audi A1 que, probado ya en acabado básico Attraction, me parece muy compensado. No hay aquí ni chasis Sport, ni paquete S Line (rebajan 15 mm la carrocería y reafirman suspensiones) ni llanta de 17 pulgadas. Se conforma con modestos neumáticos 205/55 R15, menos estéticos pero efectivos. Porque qué cómodo pisa en cambio este Audi A1, qué precisas y progresivas reacciones genera y qué ligero es, hasta 165 kg menos pesado que el mismo A1 2.0 TDI.
Queda el simpático Fiat 500 y su alegre e informal motor TwinAir. Fiat es quien más arriesga. Aunque por debajo ofrece un 1.2 atmosférico de 69 CV, su gran apuesta es este moderno 2 cilindros, de sólo 0,9 litros de cilindrada y 85 CV… todo carácter. Con turbo y distribución variable, recuerda a una Ducati, también bicilíndrica y con necesidad de llevarla alta de régimen para rodar con finura. Siempre con sensación de empuje al acelerador, bajo 2.500 rpm traslada muchas vibraciones. Es como si se «arrastrara» antes del calado, sensación que sólo recordamos en otros coches a 1.000 rpm.
Especialmente crítico se vuelve este Fiat 500 TwinAir en un modo Eco que roba 10 CV y, a las vibraciones, une realidad ya sí de vacío. Eso sí, acostumbrados, el TwinAir es también todo brío, con un sonido a medio régimen más estimulante. Otra vez, Fiat tira en su 500 más de emoción que de razón, con un urbano muy reactivo de motor, de bajo consumo (parejo a sus rivales si no abusamos de sobre-régimen) y ligerísimo por corto tamaño. Menor dimensión que le llevan a ser también menos aplomado a alta velocidad, menos aerodinámico por su mayor altura y, así, de bastidor también menos directo y ágil, con más balanceo de carrocería; movimiento que compensa con mucha facilidad de conducción, buenas reacciones y una dirección que, siendo más lenta, marca bien el giro… mejor que el Opel Adam. En definitiva, tres caras bien diferentes de una moneda: la del ciudadano exclusivo y de diseño que ya domina las calles.