Simca 8 1.200

Antes de que los Simca se conociesen por aquí gracias a su fabricación en Villaverde a cargo de Barreiros, es bueno recordar que la firma Simca fue creada en 1934 e inició su actividad como constructor en Francia de los Fiat más populares. En teoría, nuestro protagonista es algo así como un Fiat 1100 construido por Simca bajo licencia, pero la mayor potencia de su motor y su presencia más atractiva hacen que resulte más interesante que el Fiat original.

Simca 8 1.200

Simca 8 1.200

Simca 8 1.200

Simca 8 1.200

Al hablar de la marca Simca, nos vienen enseguida a la memoria aquellos modelos 1000 y 1200 que, cada uno a su manera, animaron el panorama automovilístico español durante las décadas de los años sesenta y setenta.


Sin embargo, la Société Industrielle de Mécanique et de Carrosserie Automobile (S.I.M.C.A.) tenía para entonces un acreditado prestigio como fabricante de automóviles, actividad que inició en los años treinta como filial francesa de Fiat.
De hecho, antes de constituirse Simca, Fiat ya había trazado un extenso programa de acuerdos para construir el Fiat Balilla en los diferentes países europeos y así vencer las duras trabas a la importación, encargándose el francés nacido en Turín Henry-Théodore Pigozzi de su fabricación en Francia a partir de 1932.
Para ello creó la empresa S.A.F.A.F. (Société Anonyme Française pour la Fabrication des Automobiles Fiat), que desde 1932 producía los Fiat Balilla con gran éxito. Dado que en aquel momento estos Fiat resultaban especialmente competitivos y de excelente prestación en su categoría, Pigozzi adquirió dos años después la fábrica de automóviles Donnet tras su quiebra en la ciudad de Nanterre, al noroeste de París, y creó la empresa Simca en noviembre de 1934.
Desde entonces, los modelos elaborados en Nanterre pasaron a denominarse Simca-Fiat, con el Fiat Balilla rebautizado como 6 CV, el Fiat Ardita vendido como 11 CV e iniciándose en 1936 la construcción del Fiat 500 Topolino bajo el nombre de Simca 5. A finales de 1937 aparece el Simca 8, que sigue a rajatabla los esquemas del Fiat 1100 aparecido unos meses antes. Mientras que en Italia el Fiat 1100 tenía que competir con rivales de mucho cuidado, el Simca 8 lo tuvo mucho más fácil en Francia, argumentando con su nombre que, aunque era un coche de 6 CV fiscales, con un consumo asequible y un mantenimiento económico, poseía la potencia y espacio interior de uno de 8 CV. Puestos a hacerle frente, los 30 CV del Peugeot 202 o los 23 anémicos rocines del Renault Juvaquatre, ambos con caja de cambios de tres velocidades, no bastaban para seguir al Simca. Además, el Simca 8 incorporaba unos frenos bien dimensionados y provistos de circuito hidráulico, que servían para aumentar aún más la ventaja en comparación con los frenos de mando mecánico utilizados en el Peugeot y en el Renault, cuya mejor baza era su precio de adquisición de 20.900 Francos frente a los 24.900 del Simca.

Esto sucedía en 1937 y 1938, pero desde entonces hasta el nacimiento de nuestro protagonista hay doce años y una guerra mundial por medio. Entretanto, Simca siguió fabricando sus autos bajo la ocupación alemana (unas 6.000 unidades) , elaboró componentes para las tropas yanquis tras la liberación y en 1945 fue incluida a la fuerza dentro del grupo GFA, junto a las marcas Bernard, Delahaye/Delage, Laffly y Unic, quedando bajo las órdenes de monsieur Pons, subdirector del Ministerio de Industria. A Simca, que no sufrió apenas la destrucción de la guerra, le encargan la construcción de un cochecito de dos puertas desarrollado por Grégoire, pero en el verano de 1946 consiguen zafarse de dicho encargo e inician a cuentagotas la producción de los modelos 5 y 8 que fabricaban antes y durante la guerra.

En cualquier caso, Simca aprovechó ese momento para independizarse al completo de Fiat e ir definiendo sus proyectos futuros. Para empezar, en 1947 aparecía un Simca 8 puesto al día (muy similar ya al coche que aparece en las imágenes) dotado de parachoques más robustos, más embellecedores cromados y una tapa de maletero más abultada. Este proceso continuaba el año siguiente con la sustitución del motor 1100 de 32 CV por otro exclusivo de Simca, con 1.220 cc y 40 CV, cuya fabricación corría a cargo de la firma Facel-Metallon (germen de la prestigiosa Facel-Véga) y hacía posible que el Simca 8 alcanzase los 120 km/h. Dotado de este motor, el Simca 8 proseguiría su carrera comercial hasta dejar de producirse en el verano de 1951 y liquidarse su stock por completo a comienzos de 1952, cuando su sustituto, el Simca Aronde, ya había iniciado su particular vuelo hacia el éxito.

Uno de los encantos de este Simca 8 es su apariencia de coche antiguo, con bastante más edad que los 52 años que cumplirá próximamente, ayudado por unos estribos bajo las puertas ciertamente anticuados tras la guerra. Elementos fundamentales de su presencia poco coherente con su año de fabricación son su calandra más alta que ancha y sus aletas redondas, acompañadas de unos faros carenados con bisel cromado que nos llevan inequívocamente a los años treinta. En cambio, hay elementos que asociamos a finales de los años cuarenta, como el embellecedor al estilo americano ¿Buick? de los capós laterales, la abultada tapa del maletero o la luneta trasera ampliada. En cualquier caso, puede que su mayor impacto visual esté en su imagen lateral con las puertas abiertas, mostrando una práctica solución para entrar y salir del habitáculo.
El ejemplar que hemos tenido ocasión de conducir es propiedad de Ramón Salazar, aficionado riojano afincado en Vitoria, que lo compró hace unos diez años en estado desastroso. Con paciencia y búsqueda de piezas, Ramón acabó completando el coche, aunque para ello tomó elementos tan poco originales como los pilotos delanteros y traseros (había que pasar la ITV) o una estridente tapicería de terciopelo que poco tiene que ver con la de imitación a cuero y tela empleada en origen.

Evidentemente, el Simca no es un coche espectacular, pero una vez al volante es fácil ponerse en situación dentro del tráfico de los años cincuenta e incluso primeros años sesenta. El interior es menos amplio que su óptimo acceso, siendo idóneo para cuatro plazas, pero a cambio se dispone de una altura de habitáculo ideal para viajar con el sombrero puesto. Su cambio de cuatro marchas con las relaciones bien elegidas, unido al buen rendimiento en la zona de 3.000/4.000 rpm hace que el ritmo de marcha del Simca 8 superase con holgura a los incipientes Renault 4/4 y Dauphine e igualase sin apuros a los modernísimos Seat 1400 en cualquier tramo recto y liso.

Además, en cuanto llegasen zonas repletas de curvas o fuese necesario usar los frenos más de la cuenta, el Simca 8 destacaría sin la menor dificultad gracias a su excelente bastidor. La suspensión delantera (algo frágil y exigente de mantenimiento) consigue un confort aceptable al tiempo que logra una notable agilidad en terrenos sinuosos, cuenta con una dirección rápida, bastante precisa y ligera, al tiempo que los frenos con circuito hidráulico y tambores de buen tamaño se muestran más que sobrados para la utilización rápida del coche, aunque al precio de tener un pedal que exige pisar con demasiada fuerza y recordar la ausencia de servofreno. Finalmente, una idea brillante al abrir el maletero: la rueda de repuesto, visible al levantar la tapa del portaquipajes, bascula sobre un soporte y desciende para simplificar la introducción de la impedimenta. Así siempre tendremos la rueda limpia y a mano.