Comparativa: Mercedes SLK 55 AMG vs Jaguar F-Type 5.0 V8 S

Te atormentarán. Son dos torrentes de sensaciones, dos deportivos que aglutinan exquisitas mecánicas, belleza, prestaciones, dinamismo y sonido, mucho sonido. Si AMG eleva al SLK a una nueva dimensión, el medio millar de CV del F-Type V8 lo catapultan a un mundo celestial.

Comparativa: Mercedes SLK 55 AMG vs Jaguar F-Type 5.0 V8 S

Comparativa: Mercedes SLK 55 AMG vs Jaguar F-Type 5.0 V8 S

Comparativa: Mercedes SLK 55 AMG vs Jaguar F-Type 5.0 V8 S

Comparativa: Mercedes SLK 55 AMG vs Jaguar F-Type 5.0 V8 S

Vivimos tiempos en los que los grandes mo­tores pluricilíndricos empiezan a dejar paso a mecáni­cas más pequeñas, pero no por ello menos poderosas. Los V8 em­piezan a jubilarse por eficientes y brillantes 6 cilindros, pero no es el caso de estos dos precio­sos roadster, que hacen de sus exuberantes V8 otro argumento más para querer tener uno de estos Jaguar F-Type y Mercedes SLK AMG.

Hace un par de años que los hombres de AMG dieron una vuelta de tuerca al SLK, al elevar la potencia de su 5.5 V8 atmosférico hasta los 421 CV. Resulta increíble ver cómo ese blo­que abierto a 90 grados encuentra hueco en el vano del SLK, espacio que por supuesto lo ocu­pa todo. Piensa por un momento, que el SLK es un roadster de solo 4,1 metros de largo (pen­sarás no sin razón que el F-Type está en otra categoría), con una distancia entre ejes de 243 cm, o lo que es lo mismo, tiene medidas de utilitario tipo Clio, pero con un motor des­comunal en todos los sentidos.

El V8 de alu­minio del SLK AMG es una maravilla de la tecnología y en­tre sus soluciones, destaca la desactivación de los cilindros 2, 3, 5 y 8 cuando trabaja a poca carga hasta 3.600 rpm, una forma de replicar a la estrategia downsizing, manteniendo un V8. Cuando esto sucede, nada te dice que te mue­ves en un 4 cilindros. Desde parado siempre inicia el movimiento funcionando con los 8 cilindros y el paso a una y otra configuración es imperceptible.

En Jaguar han dejado la diplo­macia para otro momento. Han optado para la versión estrella del F-Type por un impresionan­te 5.0 V8 también fabricado en ligero aluminio que se sirve de un compresor para su alimenta­ción y deja valores como 495 CV y 63,5 mkg, éstos presentes en su totalidad a solo 2.500 rpm.

El F-Type es claramente más gran­de (y pesado) que el SLK, pero no creas que so­bra espacio en su vano delantero para mucho más. Monta una larga caja automáti­ca de 8 velocidades, por 7 en el SLK y aprove­cha esa octava para mover un desarrollo de lo­comotora, de 73,4 km por cada 1000 rpm, que se descuelga claramente de la 7ª y le permite "pa­sear" por autopista a irrisorios regímenes (a 120 km/h gira a 1.634 rpm), mucho más bajos que en el SLK (7ª de 56,5 km/h por cada 1.000 rpm).

Al margen de este detalle, te puedes imaginar que ambos coches tienen en sus mo­tores y por tanto en sus prestaciones gran parte de su atractivo. Empujan una barbaridad desde el mismo ralentí; buscan las 7.000 rpm con la misma intensidad y en ambos casos todo el régimen es inmensamente operativo. Todo lo más rápido que es el Jaguar, te puede resultar anecdótico dado lo muchísimo que anda el SLK. Pero al margen de los números, el F-Type tam­bién impone un carácter muchísi­mo más temperamental. El com­presor le otorga una respuesta que en muchas ocasiones resul­ta bestial y hasta comprometedor para el bastidor.

Antes de decirte cómo van, recordarte otro fac­tor común de ambos motores: sus precisos so­nidos mecánicos y de escape. Si ya de por sí un V8 tiene un tacto y una acústica especial que perderemos si nadie lo reme­dia (mira cómo suena ahora los F1), el trabajo realizado sobre sus líneas de escape (con válvulas in­ternas que modifican el recorri­do), convierten a estas mecánicas en instrumentos musicales. Pero en el Jaguar, su acústica adquiere rango de concierto musi­cal. Tanto en aceleración como en retención, su huella sonora recrea un ambiente tan cercano a la competición, que puede llevar a saturarte en un largo viaje y a sentirte demasiado obser­vado en ciudad, pero aun así, no podrás evitar provocarlo con golpes de acelerador que pone más tensión a su conducción.

Arrancamos

Por su cor­ta huella de pisada, en el SLK AMG puedes tener la sensación de estar sobremotorizado, pero todo surge de forma más natural de lo que te pue­des imaginar. Su tren delantero es rápido y só­lido, sus apoyos en curva no te transmiten las inquietudes de un coche corto y su tren trase­ro, sin autoblocante de serie, llegaría a perder tracción la rueda interior sin sacudidas y su ESP no interrumpe bruscamente su conduc­ción. Resulta fácil acelerar a fondo (a costa de ser menos eficaz), siempre y cuando seas disciplinado con tus indicaciones.

El F-Type te exige mucho más. Es más reactivo a tus órde­nes, que no es un defecto; gira muy bien y trans­mite muchísima confianza en cualquier apoyo, pero toca salir de la curva y debes tener cuidado con tus intenciones. Su autoblocante de serie es muy eficaz y esto siempre conlleva exigencias en la conducción. El F-Type convive con el so­breviraje de forma muy natural, pero sus latiga­zos, cuando son provocados por la impronta de su motor 5.0 Turbo, pueden ser un problema si no sabemos lo que manejamos. La responsabi­lidad está entonces en el arte del piloto.

El cambio del F-Type es rapidísimo (más que el del SLK), sus frenos soberbios y frente al SLK, lo sientes más sujeto de amortiguación, tam­bién porque utiliza amortiguadores que puedes regu­lar a toque de tecla. Estamos a los mandos de 500 CV y conviene tener todo bajo control. Aun así, el Jaguar no debe ser un coche fácil en terrenos resbaladizos y su electrónica muchas veces poco puede hacer. Se junta la ra­biosa respuesta de su motor y un peso por enci­ma de los 1.800 kilos, y cuando entra en deriva después de haber colapsado sus anchos neumá­ticos, se vuelve crítico.

Toca pasear

En el día a día, en su papel de descapotables, parece difícil olvidarnos de sus entrañas deportivas, porque el firme tacto de sus bas­tidores y sus motores nos recuerdan continuamen­te lo que esconden. Pero ruedan con razonable comodidad y sus motores proporcionan empu­je constante. En ambos, el ambiente interior te lleva también a un mundo tan glamoroso como deportivo. Los materiales, los acabados, el equi­pamiento… estamos ante vehículos de vanguar­dia en todos los sentidos. El techo de lona del Jaguar tiene unos acabados muy buenos y aun­que no aísle como el metálico del SLK, su cali­dad resulta encomiable.

En ninguno de los dos modelos aparecen ruidos molestos y la protec­ción aerodinámica parece similar, aunque el SLK dispone de serie de unos derivabrisas pos­teriores que atenúan las corrientes. También agradecerás en el SLK cuando lo saques a pasear en invierno sus bufandas térmicas, unos aireadores integrados en los reposaca­bezas que mandan aire caliente al cuello. Los techos los puedes accionar en los dos en mar­cha a baja velocidad.